Cuando un equipo intenta ganar un partido por la gorra, sin bajarse del autobús, con un ritmito o trote pausado , lo normal es que el rival intente aprovecharlo.
Para el Cádiz C.F. igual que otro equipos andaluces, jugar contra un grande de Europa con ocho títulos es un partido especial, con una motivación especial. Añadan a ello la eterna y mediocre rivalidad provincial y ahí tienen el cóctel perfecto para que pueda suceder lo que sucedió. 2-0 en 20 minutos de bochornosa incomparecencia.

La otra autocondena, por omisión, es la falta de protesta o comunicado por el enésimo chorreo arbitral, esta vez no contra un Barsa o Madrid a lo que ya estamos acostumbrados, sino contra un Cádiz que repartió leña y que acabó con 11 jugadores de manera incomprensible. La única roja que hubo fué para el banquillo sevillista. Y se equipararon protestas (Acuña) o nofaltas (Soumaré) con pisotones brutales al tobillo como el sufrido por Rakitic. La semama pasada le pisaron la rodilla y tampoco pasó nada.
En UEFA Champions League fuimos agraciados con un arbitraje de risa del Sr Orsatto (dicen que muy amigo de Mourinho y sus gatitos). Tampoco pasó nada.
Sepa el Celta que puede pisar y agredir de forma totalmente impune, el próximo Sábado.
Parece ser que las tarjetas rojas por pisotones se acabaron aquel partido en el que un fiel discípulo de Medina Cantalejo, nos dejó con 9 en una primera parte ante la Real Sociedad.

Tampoco pasó nada...